Miguel Ángel Contreras Mauss
Córdoba, Veracruz.- En lo profundo del bosque templado caducifolio y de selva mediana, un pueblo rinde tributo a la imagen de un Cristo considerado el más antiguo de la región montañosa del Golfo de México.
Los árboles de ocozote, encino, fresno, álamo y sauce que bordean a Amatlán -que en lengua náhuatl significa “lugar donde hay muchas higueras o amates- son testigos de la devoción al Señor del Santuario, cuya leyenda rompió con los esquemas de la época.
En cada ranchería, pueblo y municipio de la región, pululan los relatos de imágenes de un Cristo, ya sea blanco o negro, aparecidas mágicamente en aguas de ríos, pero en Amatlán de los Reyes la leyenda de poco menos de 400 años creció fuera de las aguas.
Doña Marina Urbina, vecina de la Congregación Río Seco, rememora como si hubiera estado ahí, que un 3 de mayo de 1690 una procesión -que llevaba un Cristo hacía un poblado cercano a la montaña Citlaltepetl- detuvo su recorrido en Amatlán; posterior partieron siguiendo su rumbo.
Entrada la noche, después de dormir, se dieron cuenta que la imagen había desaparecido y al buscarla la encontraron en el pueblo de bosques y selvas . Después de tres intentos por llevarla hacia aquel poblado se dieron cuenta que la imagen del divino redentor quería quedarse en Amatlán.
Y se quedó en la Iglesia de los Santos Reyes, ubicada en la cabecera municipal cuya edificación inició en 1590 y se terminó el 3 de mayo de 1618 por el pueblo Amateco y los 12 trapiches de la zona.
El clima templado, con su lluvia esporádica, ve cada tres de mayo las coloridas festividades religiosas, culturales y gastronómicas, que ahora por tercera vez en cientos de años serán suspendidas por el Covid.
La primera ocurrió a principios de 1930 derivado de la llamada Guerra de los Cristeros; la segunda ocasión en el año 2009 debido a la epidemia de la influenza H1N1 y ahora en 2020 por una nueva pandemia llamada Covid-19.
La Iglesia prepara un discreto recorrido con el símbolo de la santa Cruz y el Rosario por las calles del pueblo que en el pasado fue tributario de la corona imperial Azteca y los naturales del lugar procesaban la corteza de los amates (ceibas) para elaboración de papel.
Por ahora, el Señor del Santuario deberá esperar tributo de sus fieles en un lugar y un mundo donde los animales -como conejo, zorros, perdices, tlacuaches, armadillos, aves y reptiles- creados por Dios retoman su territorio.